El cultivo del arroz en Valencia, y en España, se lo debemos a la cultura musulmana asentada en estas tierras desde finales del siglo X. Fueron los árabes quiénes lo introdujeron, acompañado además, de otros elementos importantes para el desarrollo de la agricultura valenciana, como las berenjenas y las naranjas. Las tierras pantanosas (la «Al Buhera»), que habían cerca de la capital (Balansiya, en aquella época), constituían el lugar ideal para implantar el cultivo del arroz. En esta etapa inicial, el cultivo prosperó gracias a que se ubicó en la zona palustre de la marjal y gracias a la mano de obra experimentada de sus importadores.

 

Un par de siglos más tarde, en 1238, aconteció la Conquista Cristiana, que trajo muchas novedades significativas, como el cambio de nombre de la ciudad, que pasó a llamarse Valencia. El rey Jaume I quedó seducido por la belleza de la Albufera y por sus potentes recursos y de esta manera, la declaró «tierra de realengo», reservándose para él mismo la custodia de estas tierras. Todo aquel que quería aprovechar los recursos del paraje, debía abonar los impuestos correspondientes.

No obstante, los nuevos pobladores de la ciudad sufrieron la falta de adaptación a estas tierras y esta circunstancia se agravó cuando en el siglo XVII se produjo la expulsión de los moriscos (los últimos musulmanes que quedaban conviviendo con los cristianos).  Este hecho perjudicó a la producción de arroz, pues el cultivo perdía la mano de obra experta que lo mantenía. Se inició entonces, una crisis agrícola.

 

En el siglo XVIII se alcanzó de nuevo, una etapa de desarrollo importante para la agricultura del arroz. El científico y botánico valenciano Antonio José Cavanilles, perteneciente a la corriente de los ilustrados, demostró con sus investigaciones que el cultivo del arroz era una práctica viable únicamente en superficies naturalmente húmedas.

Ya a principios del siglo XX se vive la etapa de consolidación del cultivo en la Albufera de Valencia con la práctica de los aterramientos, técnica mediante la cual los arroceros transformaron gran parte de la superficie ribereña del lago de la Albufera en campos de cultivo de arroz.

 

La premisa de reservar el cultivo del arroz únicamente a las zonas pantanosas ha perdurado hasta nuestros días. De esta forma, la superficie del arrozal valenciano es de cerca de 17.500 hectáreas, área que se ha mantenido estable en los últimos años. Y, dado que el cultivo se reserva únicamente para los terrenos aptos para él, dicha superficie no se verá nunca aumentada.